Un hombre está sentado en un asiento
del metro. Está dormido. Lleva un traje de buena calidad que
aparenta haber estado amortizándose durante años. El hombre debe de
rondar la franja generalista de los 40 – 50 años. Su barba es
abundante y uniforme y el pelo no lo lleva muy corto, más bien
parece revuelto. Algunos mechones caen por su frente.
Pi-pi-pi-pi-pi....suena el aviso de las puertas del metro. Ese sonido
penetra por los tímpanos del hombre provocándole un despertar
inesperado y por lo tanto, exaltado. Se da cuenta de que el metro
está parado. Pánico podemos ver por un momento en la cara de aquel
hombre. Mira rápidamente el cartel luminoso y no sabe si las paradas
que están iluminadas son las que ya ha pasado o las que quedan por
pasar. El metro arranca pero todavía no anuncia nada. Momento de
tensión que le hace situarse en una posición corporal casi
horizontal, de lo adelantado que se encuentra su cuerpo respecto al
asiento. Finalmente se ilumina la parada adecuada, se tranquiliza y
su cuerpo se relaja. Entonces se da cuenta de lo exagerada que ha
sido su reacción, mira a su alrededor y se siente avergonzado. Pero
parece que nadie se ha fijado. Aunque aquel hombre piensa que están
disimulando...
Llega a su parada, sube las escaleras y busca la calle en el
panel informativo de la boca del metro.
Entra en una conferencia. La sala está
llena. Todos aplauden. El portavoz le da la bienvenida. Aquel hombre
sube al escenario y se disculpa por su retraso, antes de empezar su charla sobre ecologismo. Después de la conferencia, toca la cena con los organizadores. Abundantes platos de carne a la parrilla disponibles para coger a su antojo. Aquel hombre, después de su charla, no pudo hacer otra cosa que pedir las sobras de aquellos platos para su perro.
Al final del día, el hombre vuelve al metro,
sale al exterior, se adentra por unas callejuelas con poca luz y entra a un cajero. Hay un
vagabundo durmiendo sobre cartones. El hombre entra sigilosamente
pero el vagabundo ya ha abierto un ojo. Deben estar siempre al
tanto de todo.
Vagabundo: ¿Cómo te ha ido?
Hombre: Te he traído un tupper.
El vagabundo se incorpora y el hombre
se sienta a su lado. Se quita el traje y lo guarda en una bolsa de
tela. Se pone unas ropas viejas y un gorro. Prepara un cartón y se
tumba. Su compañero devora los restos de costillas de cerdo y cordero con las manos. El
hombre ya puede dormirse tranquilo.